Un homenaje a Iván Illich

Alfredo Manuel  Ghiso

Resumen

El artículo hace una revisión crítica acerca del estatuto de los profesionales en el mundo contemporáneo en cuanto sujetos emancipadores realizando una re-lectura sobre el pensamiento social y educativo de Iván Illich

Palabras claves: profesionales, transformación social, Illich, humanismo radical

 

Pre-texto

“No aceptes lo habitual como cosa natural.

Porque en tiempos de desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible de cambiar”

Bertolt Brecht

 

Todo texto tiene un pretexto que lo antecede, una excusa que mueve a escribir, un motivo o una experiencia que lleva a la reflexión y a la expresión.  Tener un pretexto para pensar y escribir estas notas, es un levantarse en contra de tantos argumentos y justificaciones, propias y ajenas, para no pensar, no escribir y no someter a preguntas o a problematizaciones la cotidianidad sujetada y domada por el neoliberalismo que naturaliza lo antinatural, que nos moldea a diario sometiéndonos a la irreflexividad fatalista o a un pensamiento que ingenuamente se va conformando con la realidad que nos aliena y enajena.

El pretexto, de este escrito es subvertor, altivo, indignado y que quiere ser valiente porque enfrenta el “tecnofascismo”[1] y los miedos de la amenaza que los portadores del pensamiento único, del pensamiento servil a  un modelo injusto de sociedad, hacen sobre la vida, la sobrevivencia y la honra de aquellos que saben y expresan que otro modo de pensar, de expresar, sentir y hacer es posible, en una realidad social y cultural que no es neutra y que fue creada, sostenida y afianzada históricamente, por hombres y mujeres que no eran,  ni  lo son, ahora,  ajenos a intereses.

En la reflexión y el texto hay una búsqueda por sobreponerse y levantarse en contra del abatimiento que se mueve en los corredores, el agotamiento del pensamiento que se expresa por doquier y la tristeza de espíritu que impone un sistema tirano y sus tecnoburócratas, que requieren de la invalidez y del sometimiento para propagarse y satisfacerse. Esta es una reflexión que, desde sus limitaciones, pretende poner en evidencia el miedo producto del engaño y de la ingenuidad, que hace que muchos profesionales se empeñen en batallar por mantener sus condiciones de servidumbre, como si se tratase de la salvación. (Spinoza, 1966a)

Las interacciones sociales marcadas por el autoritarismo, los entornos cotidianos signados por el consumo, los contextos institucionales con sus sistemas de control y con sus certificaciones globales, han ido aprendiendo, divulgando y promoviendo el silenciamiento por miedo  en las personas, en vez de fortalecer los espíritus, potenciar el pensamiento, rejuvenecer la emoción, liberar la expresión y favorecer acciones de vida.

El Tirano, decía Spinoza (1966b) necesita para triunfar el desánimo inhabilitante y la tristeza de espíritu. El opresor requiere del odio a la vida, del resentimiento, capaz de censurar la alegría, de negar la creatividad al reprobar la originalidad, de invisibilizar la diversidad. El déspota detesta la singularidad que nutre los nichos ecológicos del pensar, del emocionar, del expresar y del hacer en su particularidad vital.

Hacer filosofía hoy, exige el desarrollo de una sabiduría – “σοφία” -  de vida capaz de denunciar todo lo que nos separa de ella; que revele todos los condicionamientos que se han ido instalando en nuestras cotidianidades y que atentan contra la vida. Pensar críticamente hoy necesita de una episteme habilitante, capaz de interrogar, en un movimiento de acción/reflexión/acción, la catástrofe de un mundo que ha quedado en manos de personas sin escrúpulos, disfrazados con tecnovalores. Es bueno recordar a Touraine, (1973)   cuando señalaba:

"los tecnócratas no son técnicos, sino dirigentes, pertenezcan a la administración del Estado o a grandes empresas estrechamente vinculadas, siquiera por su importancia, a los ambientes de decisión política. Solamente en este sentido puede hablarse de una 'élite del poder'" (p: 53).

Élite en el poder que es capaz de otorgar un carácter ético y científico a un pensamiento técnico, instrumental, y controlador, que no está interesado detenerse a reflexionar sobre el camino que el tirano[2], como diría Spinoza ha, venido imponiendo.

Dado que no hay acción, ni reflexión neutrales, el pretexto de pensar y escribir estas notas está anclado en una opción, en la necesidad de mantener una crítica socio/política y cultural  que  empiece por reconocer que es posible la existencia de un profesional ético,  humano, que opta radicalmente por "vida", una vida digna, en plenitud -"sumak kawsay". Hombres y mujeres profesionales habilitados para reconocer y objetivar un modelo económico que justifica la desigualdad, la exclusión, la uniformización y la concentración de conocimientos, recursos y ganancias, causa de estructuras injustas de poder (Illich, 2006).

Esta reflexión surge del interés y la necesidad de comprender de qué forma se ha venido legitimando la imposibilidad de soñar, de hacer distinto, de concretar en acciones dignificantes, éticamente justas los postulados de un humanismo radical, crítico. Los pretextos que llevan a la escritura tienen que ver con la vida en las instituciones, las universidades, los organismos gubernamentales y privados, donde se imponen urgencias burocráticas y administrativas, que son el eco de las múltiples violencias simbólicas, psicológicas y económicas que fundan y sostienen viejas opresiones y nuevas esclavitudes, que son el origen de profundas frustraciones personales y profesionales  porque al considerarse los menos, los intelectuales separados de las estructuras de poder, se identifican con las clases humilladas y excluidas (Gyarmati 1984: 20).

Los pretextos llevan, a que este texto dé cuenta de aproximaciones reflexivas sobre experiencias y percepciones acerca de asuntos como: la naturaleza y las características del profesional inhabilitado, y las ilusiones que han hecho de muchos, profesionales inhabilitados, esclavos. Las  estelas  que abran estas ideas pueden ser ampliadas y profundizadas teórica, ética y políticamente en propuestas y acciones orientadas a revolver los retos señalados, con nuevas prácticas y experiencias emancipadoras que permitan vivenciar, ética, afectiva y culturalmente un quehacer y pensar profesional que nos facilite reconocer y entender que otro modo de vivir humana y dignamente es posible.

 

Naturaleza y características de los profesionales inhabilitados

A algunas personas las llamamos profesionales, porque sus ocupaciones, las labores y los servicios que ofrecen parecen tener una posición privativa y exclusiva dentro de la sociedad. Para el mercado laboral los profesionales, son recursos humanos formados para realizar actividades propias de una ocupación específica. Es por ello que se les otorgan certificaciones y privilegios que los distinguen del resto de la población, además de estar regidos por disposiciones legales, que reglamentan su formación, agremiación y modos de actuar en la sociedad (Illich, 1981)

Hoy, más que en otros tiempos, los profesionales, también llamados técnicos o expertos, para distinguirlos de la gente del común, de los artesanos y de los políticos, son los que producen, fundamentan, mantienen e informan sobre las explicaciones, prospecciones, y decisiones técnico-oficiales con respecto a las necesidades humanas; son ellos los que, desde su rol no neutral - aunque se consideren neutrales- prescriben las formas legales, oficiales – muchas veces ilegitimas – de satisfacerlas.  Es por medio del hacer informado del profesional que se aplican la ciencia y la técnica, transfiriendo explicaciones, valoraciones y formas de responder a las demandas y asuntos de la gente común.  Es la lectura no neutral y oficiosa que hacen los técnicos, académicos y profesionales la que incide en los modos de intervenir las realidades sociales. Son ellos  los que instalan, acuerdan y establecen los modos y métodos – no neutrales – de hacer, leer, nombrar, medir, controlar e informar sobre la realidad intervenida (Freire, 1964).

Este tipo de pensamiento genera cegueras no sólo sobre la existencia, lo concreto y lo individual, sino también, sobre el contexto, lo global, lo fundamental. Es un modo de pensar y hacer que trae consigo divisiones, disoluciones y pérdidas éticas que favorecen lo inhumano, la injusticia y el deterioro de la vida en el planeta.  Edgar Morin (2011) afirmaba en los medios de comunicación:

“La insolvencia del pensamiento enseñado por doquier, separa y compartimenta los conocimientos sin poderlos reunir para afrontar los problemas globales fundamentales, se hace sentir, más que en cualquier otro terreno, en la política. De ahí una ceguera generalizada, tanto más cuanto que se cree poder disponer de las ventajas de una sociedad del conocimiento”.

Es así como el experto, el especialista, el magister, el doctor,  en la globalizada sociedad del conocimiento,  ha dejado de ser un profesional reflexivo para transformarse en mensajero de una tiranía, que los lleva a convencerse de ser los poseedores de

“un conocimiento secreto acerca de la naturaleza humana, conocimiento que sólo ellos tienen el derecho de administrar. Se arrogan el monopolio sobre la definición de lo que se aparta de la norma y de los remedios que se necesitan para corregirlo.”(Illich, 1981, p:4)

Es por ello que los profesionales formados en el pensamiento único, técnico, instrumental y de control adoptan la pose o el rol de autoridad desde donde aconsejan, dirigen, coordinan, deciden e instruyen “parametrizando” lo que hay que pensar, hacer, sin dejar de medir los resultados de la acción, lo que consideran útil para el sistema y lo que se tiene que declarar como obligatorio. Así los profesionales transfieren los mecanismos de dominación, y enajenan o alienan el pensar, expresar, sentir y hacer de las personas, haciéndoles  creer que son ellos los que tienen  problemas y que los expertos son los que  poseen las soluciones efectivas y de calidad acordes con los parámetros y estándares  desarrollados por los tecnócratas  en el poder . Esta despersonalización del proceso de conocimiento va de la mano de la creciente importancia que se le da a la tecnología y a la información como insumos del sistema productivo y como uno de los factores principales de la competitividad en el mercado de bienes y servicios.

Como lo señalamos, el conocimiento y la información se han convertido progresivamente en el principal insumo de producción y el mercado; frente a ésta realidad la  élite política ya no diseña políticas porque no sabe cómo hacerlo; además, no posee instrumentos intelectuales que se requieren para ello. Su papel, entonces, se reduce a la selección de profesionales, expertos, ideológicamente afines, capaces de dejar de lado la ética, además de no plantearse objetivos cívico- solidarios; por el contrario, la mayoría de estos profesionales escogidos por las élites se suman a los poderes establecidos. Ellos son seleccionados como expertos, “tecnócratas” neutrales y objetivos, porque no son políticos.  (Aznar, H. 2004; Valencia, M, Muñoz C. 2012)

Los profesionales despojados de episteme, iniciativa política y criticidad y enajenados de opciones éticas y de posturas políticas transformadoras, son instrumentos de control de los poderes de las personas, a las que restringen, debilitan e inhabilitan para comprender la realidad y decidir sobre ella.

 

Ante ello Hugo Zemelman (2004)   planteaba:

Lo que se está tratando de crear es un ser humano mínimo. Mínimo en deseo, en demandas, ya que un ser humano minimizado no presiona, acepta. Incluso puede darse el caso a que alguien llegue a alegrarse por ser pobre, que puede llegar a querer su propia marginalidad (p: 31)

Es así como este modo inhabilitante de pensar y hacer se instala en instituciones y profesionales mediante el afianzamiento de un pensamiento que aísla, separa, desune; que reduce la realidad social a la unidad del indicador. Un pensar “parametrizado”, estándar, que como ya lo señalamos, asume perspectivas tecno-burocráticas, que sólo perciben la mecánica, la morfología y la magnitud de determinados aspectos de la realidad socio/cultural y económica previamente “cristalizados” e “indicados”. En este modo de concebir lo real, todo es cuantificable y susceptible de ser encuadrado, reducido en y a un marco, que habitualmente se adjetiva como “lógico”, que responde a un pensamiento programático, -técnico/ administrativo -.  Lo más problemático es que a fuerza repetirlo mecánicamente, los profesionales se vuelven ciegos y se inhabilitan para entender los contextos en sus dinámicas históricas y se incapacitan para reconocer los campos de actuación como procesos socioculturales, ambientales y económicos marcados por intereses contradictorios (Ghiso; 2011).

 

Profesionales inhabilitados, ilusiones que los hacen esclavos

Nosotros cinco, en verdad, tampoco nos conocíamos antes y, si se quiere, tampoco nos conocemos ahora, pero lo que es posible y admitido entre nosotros cinco es imposible e inadmisible en este sexto.

Además somos cinco y no queremos ser seis (…)

Pero ¿cómo enseñar todo esto al sexto, puesto que largas explicaciones implicarían ya una aceptación a nuestro círculo? Es preferible no explicar nada y no aceptarlo.

 

            Franz Kafka “Comunidad”[3]

 

Parto del microcuento  de Kafka porque en la actualidad los investigadores, intelectuales, expertos, especialistas y técnicos, en el marco de la sociedad global del conocimiento, están reconfigurando la ilusión de ser una nueva clase social, gracias al creciente poder que las élites, les están otorgando, dentro de la estructura económica/social depredadora, cada vez más excluyente, especializada, competitiva y burocratizada. Esto no es nuevo, la antigüedad, la modernidad y la contemporaneidad están preñadas de ejemplos, sin ir muy lejos, en el siglo XVIII podemos encontrar la propuesta del despotismo ilustrado, y en el siglo XX a los investigadores que en la órbita soviética eran llamados la “inteligentsia”; modelo que, en el mismo siglo, en los años setenta, transita con una evolución similar en las sociedades capitalistas hasta el día de hoy.

En nuestros países y ciudades, en nuestros campos y comunidades rurales notamos el deterioro de la calidad de vida, el desempleo, la informalización de las fuentes de trabajo, esto se une al deterioro de las ofertas de servicios públicos de salud, vivienda, educación y saneamiento ambiental.  Este estado de cosas sólo puede ser mantenido por mecanismos de represión, control social y de restricciones en la información y participación; silenciando lo diferente y encubriendo la desigualdad social.  No es nada nuevo afirmar que los intelectuales y profesionales cumplen un papel, muy especial, en el mantenimiento, fundamentación y naturalización del orden social, político y económico injusto, nutriendo técnica y científicamente las iniciativas del tirano, del depredador, del sistema, del estatus quo.

Ante esto, el sociólogo colombiano, Orlando Fals Borda (1992), aclaraba:

“En efecto, científicos puros o cartesianos pueden descubrir cómo llegar a la luna, pero sus sistemas de valores no les permiten resolver los problemas de aquella mujer pobre que todos los días tiene que ir a pie por agua para su casa. Son dos prioridades y dos valores distintos: el uno intervencionista, el otro participativo. Lo primero es posible como "desarrollo tecnológico" o económico simple. Lo segundo es el gran reto de nuestro tiempo.” (p.6)

 

También, a su manera, Michel Foucault (1987), alertaba a sus lectores, diciendo:

“Yo supongo que en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad.” (p: 11)

 

Por eso,  no es raro encontrar profesionales vinculados a megaproyectos que tienen la responsabilidad de esconder las realidades de injusticia y exclusión; descontextualizando los hechos sociales que empresas transnacionales producen, cumpliendo la tarea  de reinterpretar la realidad con el fin de presentar a  las personas, a los grupos vulnerables y en riesgo social como culpables de sus propios problemas o incluso de los  problemas que se presentan en empresas que despojan y usurpan los recursos sociales, económicos y naturales de las gentes.

El tirano, el sistema, necesita anclarse en la vida cotidiana para poder cooptarla, controlarla y neutralizar toda esperanza, creatividad, indignación y atisbo de resistencia, para ello dispone de profesionales, y técnicos. Ellos, con sus mecanismos de transferencia y comunicación parasitan las dinámicas de socialización configurando subjetividades, portadoras de miedos a perder los bienes, el trabajo y la vida (Bauman; 2008)

Profesionales convencidos, que buscan convencer a otros, de que nada puede ser o hacerse distinto; persuadidos de que las cosas son y serán así o peor; sometidos a ideologías que propugnan la conveniencia de no alterar el actual estado de cosas, el modo de funcionar de las sociedades, bien porque éste es el mejor mundo de los posibles o bien porque es el único. Así es que profesionales y personas sometidas, minimizadas, llegan a limitarse en sus aspiraciones al asumir que lo mejor es quedarse como se está.

 

Como diría Freire se desproblematiza el futuro

“una comprensión mecanicista de la historia, de derechas o de izquierdas, lleva necesariamente a la muerte o a la negación autoritaria del sueño, de la utopía, de la esperanza. En una comprensión mecanicista y por tanto determinista de la historia el futuro ya se conoce. La lucha por el futuro ya conocido a priori prescinde de la esperanza. La desproblematización del futuro, con independencia del nombre de quien se haga, es una ruptura con la naturaleza humana que se construye social e históricamente.” (Freire, 2001, p: 67)

Todos estos dispositivos políticos, ideológicos, económicos y tecnológicos se unen para desintegrar y desarticular sueños, sentidos, utopías, subjetividades, conocimientos, relatos, historias. Todo se despolitiza; todo se convierte en objeto de la acción de alguna agencia experta; todo se vuelve mercancía y a todo se le pone una marca y precio. La vida cotidiana parece que no conjugara con las esperanzas de nadie; tampoco los valores, que dicen tener los profesionales, concuerdan con las acciones. Los discursos que elaboran desconocen y niegan los hechos. El cinismo parece haberse instalado como recurso, sin el cual no es posible relacionarse.

Todo esto configura una disposición a la sumisión, a la credulidad, a la insignificancia, a lo autoritario, a lo conformista, a la desesperanza. Todo esto lleva a concebir la realidad social, no como algo que tenemos que transformar, sino como una realidad dentro de la que tenemos que actuar sin pretender cambiar nada.

 

Pistas para pensar, emocionar, expresar y hacer desde una opción emancipadora

La reflexión se cierra con algunas pistas, provenientes de la reflexión crítica sobre las prácticas, que facilita otros modos de pensar, emocionar, expresar y hacer desde una opción emancipadora.

  • La acción/reflexión/acción se caracterizan por la pregunta generadora y el dialogo, capaces de mantener vivas y de resignificar la inquietud y la curiosidad epistémica propia del que conoce críticamente, interactúa, se compromete y se inquieta.  Esta es una manera de hacer frente a la respuesta asegurada, la pasividad constante, al aquietamiento mental y a la apatía creciente por todo aquello que sea producción de bienes culturales no alienables o enajenables (Ghiso, 2008).
  • Reconocer la palabra, la expresión y las diversas y desiguales formas de pronunciarlas. Saber que en ellas se da cuenta una identidad política, de género, cultural, entre otras. Desde estas identidades diversas la reflexión crítica propicia el encuentro, la comunicación y el diálogo sin evadir o reprimir los conflictos emergentes en el proceso.
  • Dado que autoritarismo, la apatía fatalista se enquista en nuestra cotidianidad y espacios vitales (trabajo, familia, pareja, deseos, consumos, intimidad, etc.) se hace necesario recrear desde las tensiones, la memoria y el presente, promoviendo interacciones reales o virtuales, buscando transformar los modos pensar, emocionar, expresar y actuar.
  • Reconocer que los contextos, eventualidades, acontecimientos, experiencias y prácticas son asuntos sobre los que se pueden desarrollar procesos reflexivos.
  • Recuperar, resignificar, o sea, dar nuevos sentidos y encontrar los sinsentidos propios y ajenos, para recrear los diferentes modos de describir, valorar y proponer, develando las tensiones e intereses en juego.
  • La acción/reflexión/acción es un movimiento que permite la problematización de las experiencias, memorias, valores, percepciones, ideas y nociones. Este movimiento dialéctico y recreador caracteriza los procesos de un pensamiento emancipador.
  • El pensar crítico con otros se enfrenta siempre al monólogo autoritario, construyendo sujetos, hombres y mujeres auténticos, protagonistas, dueños y dueñas de sus procesos sociales.

Lo que aquí proponemos requiere creatividad para ser y para proyectarse como profesionales, entendidos como sujetos pertinentes de estudio, discurso y acción.  Para esto, se requiere de opciones éticas y políticas de cambio; pero también se necesita imaginación y coraje unidos en la construcción de un pensamiento y de una ciencia con características holísticas y críticas, capaces de superar las frustraciones y de curar las tristezas y las desesperanzas que sufrimos a diario. Necesitamos coraje e imaginación para convertirnos en constructores y defensores eficaces de culturas y civilizaciones que protagonicen la búsqueda de una sociedad justa que nos dignifique y de una propuesta de desarrollo que nos reconcilie con el territorio, las víctimas y excluidos en la historia, la naturaleza y que, por sobre todo, nos abra espacios para intervenir solidariamente, en la definición del futuro[4].

 

Adenda

“No pienso auténticamente si los otros no piensan también.  Simplemente no puedo pensar por los otros, ni para los otros, ni sin los otros: ésta es una afirmación que incomoda a los autoritarios por el carácter dialógico implícito en ella”.

 Paulo Freire

 

Referencias bibliografícas

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       (2001)  “Pedagogía de la indignación” Madrid: Morata   

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ZEMELMAN, H (2004) La escuela como territorio de intervención política. Buenos Aires: CTERA.


[1] Término acuñado por Ivan Illich, expuesto en el ensayo titulado Profesiones inhabilitantes.

[2] Hoy podemos hablar de la tiranía del mercado, que se naturaliza en las actitudes que toman líderes, jefes cuando no temen amenazar o chantajear; que, a la manera de un tirano, es capaz de jugar con la vida, la salud, la subsistencia, el empleo y las seguridades que las personas requieren para para no sumirse en la tristeza, como diría Spinoza.

[3] Citado por Bauman Z. “Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias” Buenos Aires, Paidos estado y sociedad 126. 2005

[4] Retomo en este párrafo ideas expresadas por Orlando Fals Borda en el Congreso Mundial de Convergencia en Investigación Participativa. Cartagena 1997


Alfredo Ghiso es Docente de la Fundación Universitaria Luis Amigó, Medellín, Colombia. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.